Un rostro que es múltiples rostros, una voz que es múltiples voces
¿Por qué las máquinas nos ven, pero no nos encuentran? Diversos dispositivos tecnológicos nos vigilan, miden y rastrean constantemente, pero su incapacidad para localizarnos en caso de que desaparezcamos plantea muchas dudas sobre su aplicación y uso. Cada vez que me encuentro con un anuncio de persona desaparecida, normalmente en busca de una persona con identidad femenina o perteneciente a una minoría, me enfrento a la cruda realidad mexicana: la probabilidad de encontrar a estas personas con vida es escasa.
En este escenario, me pregunto ¿cómo es que el gobierno mexicano se convirtió en 2011 en el primer cliente del software de espionaje, Pegasus, que, según The New York Times (…) inauguró su expansión por todo el mundo» y, sin embargo, este mismo gobierno es el que no puede encontrarnos? ¿No era el objetivo principal de las tecnologías de vigilancia prevenir la violencia? ¿No estábamos intercambiando nuestro derecho a la privacidad por la seguridad colectiva? ¿No se suponía que el tecnopositivismo. prometía un futuro mejor para todxs? o ¿es que este discurso sólo se dirige a aquellxs que capitalizan esta asimetría de la información? Esta contradicción no sólo es sospechosa, sino que también abre debates sobre las dinámicas entre tecnología, vigilancia, violencia de género y aquellxs que ocupan posiciones de poder.